AJAREI MOT

AMÉN

¿Qué es mejor: decir una bendición o responder Amén?

“Reb Yossi dice: ‘Mayor es el que responde a Amén que el que dice la berajá’”. Reb Nehorai explicó: “Los soldados comunes descienden y se enfrentan al enemigo en la batalla, y los campeones descienden y sellan la victoria. ” Por lo general, los soldados comunes son enviados a la primera etapa de la batalla, mientras que los mejores soldados son llamados después para acabar con el enemigo. Ambos grupos son vitales y valorados, pero al segundo grupo de soldados se le atribuye la victoria. De manera similar, la persona que responde a  Amen completa el trabajo y cierra el trato.[1]

La emuná, la fe, es el fundamento de la Torá. Se estableció que se debía decir una respuesta de Amén a las bendiciones. Amen proviene de la misma raíz que Emuná, connotando así fe y reconocimiento de la veracidad de lo expresado en la brajá. Quien dice brajá en realidad está dando testimonio de que Hashem es La Fuente de bendición. Se necesitan dos testigos para establecer el testimonio legal. El que responde a Amén sirve como segundo testigo para completar y asegurar ese testimonio.[2]

Amen está formado por tres letras, Alef, Mem y Nun. Su valor numérico es:

Álef = 1; Mem = 40; Nun = 50

Total = 91

Encontrarás el mismo valor numérico cuando agregas los Nombres de Hashem.

Álef = 1; Dálet = 4; Nun = 50; Yud = 10

total = 65

Yud = 10; Hey= 5; Vav = 6; Hey = 5

Total = 26; 65 + 26 = 91

Al decir Amen, uno invoca los Nombres de Hashem.

Hay otra palabra con el mismo valor numérico: Malaj, ángel.

Mem = 40; Lamed = 30; Álef = 1; Cuf = 20

total= 91

A continuación se aclara su importancia.

Había un médico experto en el hospital Ma’ayanei Hayeshuah de Bnei Brak. Había crecido en una familia asimilada en Nueva York. En una ocasión, compartió con los rabinos del hospital qué fue lo que lo motivó a volverse observante y eventualmente mudarse a Eretz Israel.

Tenía un paciente que estaba mortalmente enfermo. Si se sometiera a una operación, posiblemente podría ganar otros seis meses de vida. Sin embargo, la cirugía era complicada, costosa y dolorosa. El médico presentó la opción. El paciente dijo que debía pedir consejo a su Rebe, Rav Moshe Feinstein. El médico tenía curiosidad sobre lo que el Rav podía entender o sugerir y decidió reunirse con el paciente con el Rav.

Rav Moshe quería escuchar los detalles sobre el procedimiento y la condición médica del paciente, y el médico presentó todos los matices. Después de hacerlo, la reacción del Rav sorprendió al médico. Durante veinte minutos lloró sin parar. Fue particularmente sorprendente porque, aunque el paciente buscó el consejo del Rav, muchos años antes solo había sido estudiante. Cuando Rav Moshe se recompuso, dijo que tenía que pensar en ello y que deberían regresar al día siguiente.

Cuando regresaron, Rav Moshe los saludó calurosamente. En un tono tranquilo, seguro y decidido, dijo: “Puedes continuar con la cirugía. Todos rezaremos por ti y apelaremos al Todopoderoso para que te conceda muchos años de vida”.

El Rav notó la mirada inquisitiva en el rostro del médico y se volvió hacia él y le dijo: “En los próximos seis meses, nuestro querido merecerá responder a Amen a muchas berajot. Con cada Amen pronunciado, se formará un ángel. Le producirán zejutim, méritos, en la Corte Celestial, lo que le brindará una vida prolongada”.

Años más tarde, el médico explicó que Rav Moshe entendía el gran dolor que soportaría el paciente, pero sentía que valía la pena vivir por tener la capacidad de decir Amen. Él también tenía Emuna y creía en el poder de esa fe expresada en Amen. El paciente siguió adelante con la cirugía. Vivió muchos años después. Esta experiencia inspiró al médico a explorar y profundizar su propia Emuná.

La Torá nos dice: “VaJai bahem y vive según ellos”[3], implorándonos que hagamos todo lo posible para preservar, mantener y extender nuestras vidas.[4] Decir brajá es un valioso testimonio de Hashem como La Fuente, mientras que responder Amen respalda ese testimonio. Esta es una fórmula, fácilmente disponible, para mejorar y extender lo que más apreciamos: ¡la vida!

¿Entramos en la asociación de brajá y Amen sabiendo que una simple inversión de nuestra parte puede generar recompensas y beneficios inconmensurables?

Shabat shalom,

Rabbi Hershel D. Becker

Traducido por: Sara Slomianski y Miriam Levy\

[1]Brajot 53b Mefaresh

[2]Rabenu Bajaye Beshalaj 14:31

[3] Ajarei Mot 18:5

[4] De Veha’arev Na Vol.4 pgs. 269-271

AJAREI MOT

AMÉN

¿Qué es mejor: decir una bendición o responder Amén?

“Reb Yossi dice: ‘Mayor es el que responde a Amén que el que dice la berajá’”. Reb Nehorai explicó: “Los soldados comunes descienden y se enfrentan al enemigo en la batalla, y los campeones descienden y sellan la victoria. ” Por lo general, los soldados comunes son enviados a la primera etapa de la batalla, mientras que los mejores soldados son llamados después para acabar con el enemigo. Ambos grupos son vitales y valorados, pero al segundo grupo de soldados se le atribuye la victoria. De manera similar, la persona que responde a  Amen completa el trabajo y cierra el trato.[1]

La emuná, la fe, es el fundamento de la Torá. Se estableció que se debía decir una respuesta de Amén a las bendiciones. Amen proviene de la misma raíz que Emuná, connotando así fe y reconocimiento de la veracidad de lo expresado en la brajá. Quien dice brajá en realidad está dando testimonio de que Hashem es La Fuente de bendición. Se necesitan dos testigos para establecer el testimonio legal. El que responde a Amén sirve como segundo testigo para completar y asegurar ese testimonio.[2]

Amen está formado por tres letras, Alef, Mem y Nun. Su valor numérico es:

Álef = 1; Mem = 40; Nun = 50

Total = 91

Encontrarás el mismo valor numérico cuando agregas los Nombres de Hashem.

Álef = 1; Dálet = 4; Nun = 50; Yud = 10

total = 65

Yud = 10; Hey= 5; Vav = 6; Hey = 5

Total = 26; 65 + 26 = 91

Al decir Amen, uno invoca los Nombres de Hashem.

Hay otra palabra con el mismo valor numérico: Malaj, ángel.

Mem = 40; Lamed = 30; Álef = 1; Cuf = 20

total= 91

A continuación se aclara su importancia.

Había un médico experto en el hospital Ma’ayanei Hayeshuah de Bnei Brak. Había crecido en una familia asimilada en Nueva York. En una ocasión, compartió con los rabinos del hospital qué fue lo que lo motivó a volverse observante y eventualmente mudarse a Eretz Israel.

Tenía un paciente que estaba mortalmente enfermo. Si se sometiera a una operación, posiblemente podría ganar otros seis meses de vida. Sin embargo, la cirugía era complicada, costosa y dolorosa. El médico presentó la opción. El paciente dijo que debía pedir consejo a su Rebe, Rav Moshe Feinstein. El médico tenía curiosidad sobre lo que el Rav podía entender o sugerir y decidió reunirse con el paciente con el Rav.

Rav Moshe quería escuchar los detalles sobre el procedimiento y la condición médica del paciente, y el médico presentó todos los matices. Después de hacerlo, la reacción del Rav sorprendió al médico. Durante veinte minutos lloró sin parar. Fue particularmente sorprendente porque, aunque el paciente buscó el consejo del Rav, muchos años antes solo había sido estudiante. Cuando Rav Moshe se recompuso, dijo que tenía que pensar en ello y que deberían regresar al día siguiente.

Cuando regresaron, Rav Moshe los saludó calurosamente. En un tono tranquilo, seguro y decidido, dijo: “Puedes continuar con la cirugía. Todos rezaremos por ti y apelaremos al Todopoderoso para que te conceda muchos años de vida”.

El Rav notó la mirada inquisitiva en el rostro del médico y se volvió hacia él y le dijo: “En los próximos seis meses, nuestro querido merecerá responder a Amen a muchas berajot. Con cada Amen pronunciado, se formará un ángel. Le producirán zejutim, méritos, en la Corte Celestial, lo que le brindará una vida prolongada”.

Años más tarde, el médico explicó que Rav Moshe entendía el gran dolor que soportaría el paciente, pero sentía que valía la pena vivir por tener la capacidad de decir Amen. Él también tenía Emuna y creía en el poder de esa fe expresada en Amen. El paciente siguió adelante con la cirugía. Vivió muchos años después. Esta experiencia inspiró al médico a explorar y profundizar su propia Emuná.

La Torá nos dice: “VaJai bahem y vive según ellos”[3], implorándonos que hagamos todo lo posible para preservar, mantener y extender nuestras vidas.[4] Decir brajá es un valioso testimonio de Hashem como La Fuente, mientras que responder Amen respalda ese testimonio. Esta es una fórmula, fácilmente disponible, para mejorar y extender lo que más apreciamos: ¡la vida!

¿Entramos en la asociación de brajá y Amen sabiendo que una simple inversión de nuestra parte puede generar recompensas y beneficios inconmensurables?

Shabat shalom,

Rabbi Hershel D. Becker

Traducido por: Sara Slomianski y Miriam Levy\

[1]Brajot 53b Mefaresh

[2]Rabenu Bajaye Beshalaj 14:31

[3] Ajarei Mot 18:5

[4] De Veha’arev Na Vol.4 pgs. 269-271